Crónica de una muerte anunciada
Se murió Gabriel García Márquez, una muerte anunciada. Y no, no le voy a decir Gabo, no soy de los confianzudos que creen que una vez muerto son sus mejores amigos, para eso tenía un nombre completo.
Pero hoy no quiero hablar de esa muerte anunciada, mucho se ha hablado, mucho se ha consultado Google buscando citas de libros nunca leídos, mucho se ha mostrado pasión lectora después de haber leído menos de 500 páginas en la vida… no es mi tipo de plan realmente. Me leí varias de sus obras, sí. Me gustaron mucho algunas, detesté con pasión otras. Y ya, eso es todo lo que diré.
¿Entonces cuál es la muerte anunciada del día? Bueno, no del día realmente, de la semana, del mes, del año, de la década si lo quieren así: finalmente después de casi cuatro años de la famosa (y muchas veces irritante) Ola Verde, reaparece el “Todo vale”. Y no reaparece como acusación a la campaña de Santos (caso Germán Chica y J. J. Rendón aparte, del que hablaré más adelante), aparece en las toldas del ya tristemente célebre Centro Democrático.
Analizando un poco el caso Sepúlveda, muchas cosas vienen a la mente. A la lista solo algunas, las que considero más relevantes en este momento:
Un asesor de campaña de Zuluaga llevó a Sepúlveda a los medios de comunicación para dar información sobre un supuesto guerrillero que denunciaba amenazas de las FARC a quienes no voten por Santos. Lo presentó como personal de inteligencia que debía ser reconocido con un alias y no con su nombre real por medidas de seguridad. Esos son los hechos, reconocidos por Hoyos (el asesor) y por Rodrigo Pardo (director del noticiero en cuestión).
¿Tiene sentido que la información tenga que ser transmitida por un hombre de inteligencia y no por el mismo Hoyos, siendo información que según se dijo correspondía a una tercera persona cuyo contacto era lo único relevante en el momento? Si no lo tiene, si no hay razón, entonces cabe la pregunta de si esa fue realmente la razón del encuentro. Si la tiene, si es que la tiene, situaciones así se dan cuando el contacto sucede exclusivamente con un enlace de confianza, cosa que implica varios contactos a lo largo del tiempo y una planeación completa de los hechos, lo que indica que Hoyos sabría de la situación desde tiempo atrás.
En cualquier caso no queda ben parado Hoyos, que está mintiendo y ocultando información de interés público a las autoridades, solamente para beneficiar a la campaña de Zuluaga. Nótese, además, que Hoyos ejercía en la campaña el cargo de director espiritual, cosa que nos puede hablar de las maravillas que llevan en el espíritu los integrantes de la campaña.
Uribe reclama que el caso Sepúlveda se está usando para tapar errores de la campaña de Santos. No sé si sea cierto, seguramente la campaña de Santos ha cometido mil errores y sí, quieren taparlos. Pero el caso Sepúlveda, tenga la intencionalidad que tenga, no puede ser menospreciado por Uribe.
Suficiente tuvimos con sus argumentos de que las chuzadas del DAS en su periodo fueron realizadas sin su consentimiento y por funcionarios actuando a título personal. Ahora la situación es diferente, el objetivo de la existencia de Sepúlveda y las interceptaciones es claro, es evidente a quién beneficia y además su enlace con el esquema de mando en la campaña es innegable. Siendo así, sin importar si Santos usa lo de Sepúlveda para matizar otras cosas, la campaña presidencial de Zuluaga, la campaña al poder de Uribe, debe ser el centro de la discusión ética, discusión de la que no saldrá muy bien librada.
El caso Sepúlveda y el de Andrómeda hace poco tiempo muestran que en Colombia interceptar comunicaciones se está volviendo la regla más que la excepción. Son cosas que no se regulan con leyes más fuertes, por favor señores congresistas no vayan a salir con lo mismo de siempre. Tampoco se regulan con controles más fuertes a la venta de equipos que permitan realizar esas interceptaciones, más allá de que ya deberían ser bastante fuertes. Va mucho más allá, va a las raíces de nuestra sociedad, por una parte va al mínimo respeto que se tiene por lo privado y lo personal, por otra va a lo que pueden llegar a hacer nuestros queridos políticos tradicionales por alcanzar el poder. Y también va a la paupérrima labor que realizan los organismos de inteligencia y contra-inteligencia del Estado para evitar que los más valiosos secretos se divulguen.
Aquí quiero hacer un pequeño paréntesis para aclarar mi posición respecto a la existencia de secretos. Muchas personas celebraron la aparición de Wikileaks, yo la aborrecí profundamente. Muchas personas afirman que en el mundo no debe haber secretos, yo creo que la base misma de la existencia de la humanidad es tener esos secretos y especialmente saber guardarlos. Quiero hacer un ejercicio público aquí mismo, en el que como siempre dejaré mi correo electrónico ( osbernal@gmail.com ) y mi cuenta de Twitter ( @osbernal ) disponibles para interactuar con quienes lo lean y quieran participar. Lo pondré dirigido directamente a quien lo lea, para que sea más personal. Estimado lector, ¿ha expresado usted a cada persona, abiertamente y sin hipocresía, la opinión que sobre ella tiene usted? Mis apuestas van por un NO rotundo de todos y cada uno de los que lean esto, incluyendo a quien lo escribe. Y resulta que esa opinión guardada, o dada a medias, es un secreto, un secreto que muchas veces compartimos con otras personas con la esperanza que de no lleguen a oídos incorrectos. Y bueno, si así protegemos nuestros secretos, ¿por qué esperamos que los secretos de otros sean públicos? ¿Por qué habrían de ser públicos los datos que en este momento son secretos y que pueden afectar la estabilidad de millones de personas? Y por si acaso NO, el mundo NO sería más agradable sin hipocresía, piénselo con cuidado.
Volviendo al tema, siendo los secretos del proceso de paz tan secretos, debería darnos bastante pena saber que se pueden interceptar con tanta facilidad. Si esa es la dedicación con la que nuestras fuerzas de seguridad protegen la información que puede salvar muchas vidas, en particular de sus propias filas. Posiblemente necesitemos mejores expertos en seguridad, posiblemente no necesitemos tantos personajes trabajando para nuestra seguridad pero atacando la de nuestras instituciones. Un completo debate que requiere mucho más tiempo del que tengo hoy.
Muchas más cosas se podrían decir sobre el tema Sepúlveda ahora, pero puede ser prudente esperar hasta que un poco más de esa tan escasa y tergiversada información que nos llega se aclare. Entretanto, Chica y Rendón. ¿Qué decir de Chica y Rendón?
Que Rendón es quien es, y que es como es, siempre lo hemos sabido. Un asesor de campañas caracterizado por navegar entre los límites de lo legal y lo ilegal, con una muy poco escondida predilección por el lado de la manipulación y la falacia. Que Chica es quien es… bueno, casi nadie conocía a Chica hasta hace una semana, al menos no como figura pública. Que los grupos ilegales de todo tipo invierten una buena cantidad de sus ingresos en asesores legales, cabildantes, consultores de imagen, orientadores de opinión, y en general toda clase de individuos que finalmente se dedican a apoyar sus actividades desde posiciones aparentemente legales (y digo aparentemente porque sus ingresos siguen siendo muchas veces considerados enriquecimiento ilícito, excepto en el caso de los abogados que se pueden vender a cualquiera), eso tampoco es nuevo.
El escándalo, creo yo entonces, no debería ser por Chica, ni por Rendón, ni por Santos. Debería ser, desde lo más profundo de nuestra sensatez, por la descomposición de nuestra sociedad. Porque seguimos siendo parte de ese círculo de irresponsabilidades disfrazadas de justicia, de esa noción de que no obedecer la ley es solamente una forma legítima de responder a la ilegitimidad de quienes hacen la ley, de pensar que si el gobernante roba entonces está bien robar al gobierno.
La cultura narco, como discutí en alguna entrada anterior, eso y mucho más, es eso lo que nos debería generar real angustia existencial, no que uno más de los tantos que han aprovechado su posición para colorear saliéndose del borde se meta al bolsillo un dineral. Eso, al final, es solamente un resultado marginal de un proceso mucho más profundo.
Uribe desestima la profundidad del caso Sepúlveda-Hoyos, Santos desestima la del caso Chica-Rendón. Que eso no se dude, cada uno va a recalcar lo que el otro intenta mantener lejos de los titulares. Y esto es evidencia de otra forma en la que nuestra sociedad necesita cambiar: no más caudillos, no más nombres propios asociados a la única esperanza de la salvación de las instituciones públicas. Que los gobernantes, como individuos, sean legítimos depositarios del poder, eso es necesario. Pero que gobiernen con ideas, no con nombres.
Pocas cosas tan ridículas como el cambio del logotipo del Centro Democrático, para agregar la Z del nuevo caudillo en ciernes. Estéticamente ahora es el partido de El Zorro, oh tradicional novela de ficción histórica que tanto divirtió a generaciones. Políticamente es la nueva idea de que no se vota por un ideal sino por una cara o un apellido. Socialmente es nuestra incapacidad de ver más allá de una foto, de leer un poco más que el titular, de entender un poco más que los mensajes de mercadeo de las vallas publicitarias.
Lo de Chica y Rendón es, por otra parte, una situación parecida en cierto sentido a la de Sepúlveda y Hoyos. Son personas con poder y responsabilidad con la ciudadanía que para obtener un beneficio ocultan información que podría contribuir a mejorar la situación del país. Eso los hace cómplices más que ninguna otra cosa, al menos en términos morales, porque es esa realmente su forma más directa de afectar al país.
Se podría decir que son secretos, que como tal se pueden mantener ocultos, y sí, estoy de acuerdo. El problema para mí radica en que eso muestra que hay cosas más importantes que el servicio a la población, al país, y que van en contra del beneficio del país. En ese caso su deber como miembros de la sociedad es dejar sus cargos, nuestro deber como miembros de la sociedad es recordárselo.
Para cerrar mi discurso político de hoy debo decir que, respetando mis ideas sobre la búsqueda de ideas y no de caudillos, si antes mi apoyo era para Santos hoy lo es para Peñalosa. Y no por ser Peñalosa, salvador de la patria por ser él honesto, eso sería cambiar un caudillo por otro. Fundamento mi apoyo en sus ideas sobre un tema que cada vez me parece más interesante y que en las campañas se ha convertido en una plataforma para lanzar ideas populistas sin base sólida, excepto por algunas de las de la campaña Peñalosa-Segovia: educación. Peñalosa y su equipo tienen mucho que aprender, pero realmente creo que aún con sus falencias son en este momento la mejor opción para un país que necesita cambiar más que simplemente el fin de un conflicto.