Mi filosofía al enseñar

Primera nota de inicio: dejo desde ya mis canales de contacto abiertos para todos los que quieran comentar o discutir el contenido de esta entrada. Pueden contactarme por mi correo electrónico osbernal@gmail.com o a través de mi cuenta de Twitter @osbernal.

Segunda nota de inicio: los enlaces de esta entrada hacen referencia a documentos y contenidos en inglés.

Ahora sí…

Este semestre será mi último semestre de clases en el doctorado. Para ser totalmente honestos, no tengo ninguna necesidad de ver estas clases porque ya completé las requeridas para continuar la búsqueda del título, pero quería aprender un poco más y estoy aprovechando los cursos que todavía paga la beca.

Aunque mi concentración es Educación Matemática, me interesa el proceso completo de educación y por cosas profesionales estoy tomando ‘muchos’ cursos relacionados con Educación Superior. Uno de esos cursos, que espero algún día poder reproducir en Colombia (o al menos poder usar como inspiración para otro curso) trata de la enseñanza en Educación Superior.

Esto puede sonar muy inocente, pero creo firmemente que el dominio de un conocimiento no es en casi ningún caso garantía de estar en capacidad de transmitirlo. Y digo que puede sonar inocente porque son cada vez más y más los profesores universitarios en Colombia (y el mundo) que entran a trabajar en la academia como continuación natural de programas de doctorado, porque la academia es un refugio seguro para investigar, pero que tienen nula formación docente. En muchos lugares del mundo eso es un poco menos relevante, porque los profesores universitarios con doctorados y proyectos de investigación que recogen financiación externa tienen cargas de enseñanza mínimas, usualmente en cursos dirigidos a estudiantes de su programa y que ya están en una etapa avanzada de su carrera, mientras la mayor parte de la enseñanza de pregrado se deja a profesores temporales o a personal docente de planta específicamente contratado para dedicarse a la enseñanza. Pero en Colombia no existe la financiación externa suficiente para que los profesores de las universidades se dediquen a investigación y dejen la enseñanza, así que la mayor parte tiene cargas de clase altas (comparadas con otros países) y muchos tienen cursos de base de pregrado de otros programas.

Tomando en cuenta lo anterior, no es nada despreciable la probabilidad de que un profesor altamente calificado en su área de conocimiento tenga preparación mínima o nula para la enseñanza. Algunos tienen, no hay razones para negarlo un desarrollo natural en su concepción de la enseñanza que les permite ejecutarla con claridad y efectividad asombrosas, pero no es correcto suponer que esa es la situación común. Por eso creo firmemente que se necesita hacer instrucción masiva a los profesores universitarios en cómo aproximarse a la enseñanza, aunque sea en cortos talleres que apenas alcancen a dar una mínima luz. Si bien el tiempo de los profesores universitarios es valioso, también lo es el de sus estudiantes, que de una u otra forma están invirtiendo ese tiempo aunado usualmente a un esfuerzo económico; las dos inversiones, tiempo y dinero, merecen ser adecuadamente recompensadas.

Hago mención a ese curso y a la razón por la que lo estoy tomando porque como parte de las actividades de ese curso se requiere escribir algo que en inglés se conoce como “Teaching Philosophy”, o “Filosofía de la enseñanza” en español. Es un escrito personal, no muy largo, en el que el profesor habla de lo que cree que es la enseñanza y de cómo enfrenta personalmente el reto de llevar a cabo esa enseñanza. Aparentemente es un requisito importante en los procesos de selección de algunas universidades por aquí y por eso lo require esta clase, para que los que la tomamos tengamos de paso una buena idea de cómo escribir ese documento para cuando realmente lo tengamos que hacer.

Dejo aquí un enlace a la página que University of Conneticut ha desarrollado para sus estudiantes de matemáticas explicándoles qué es la “Filosofía de la enseñanza” y dando algunos ejemplos. Dejo también un enlace a un documento de la American Mathematical Society dando guías generales para escribir una adecuada “Filosofía de la enseñanza”.

Yo quiero, incluso omitiendo algunas de las recomendaciones de los enlaces que propongo, tomar la oportunidad para escribir una “Filosofía de la enseñanza” que sea realmente mi filosofía de la enseñanza, al menos con lo que sé hasta este momento y sin olvidar que enseñar es un proceso en el que quien enseña debe aprender tanto como el que recibe esa enseñanza. Y quiero compartir ese escrito aquí porque entiendo la enseñanza como algo público y para el público, donde el interés y la orientación profesional del profesor no deben ser en ningún momento tema vedado ya que pocas cosas pueden afectar más el desarrollo de una actividad que la motivación real que tenga quien la desarrolla.

Comparto pues con ustedes mi filosofía de la enseñanza, aquí en español (la versión en inglés es parecida, con algunos cambios para que se ajuste a los requerimientos de longitud y lenguaje).

Mi FdE #

He sido profesor por cerca de 15 años –casi 20 con algunas interrupciones– en diferentes niveles de educación y desde esas experiencias, sumadas a la formación que he recibido en educación, en especial durante el doctorado, me he formado una idea relativamente clara de mi visión frente a la enseñanza y a mi estilo para ejercerla, más allá de que esa idea esté abierta a evolucionar. Escribo esto pensando en cómo entiendo la enseñanza de estudiantes de primeros semestres del pregrado universitario, en gran parte porque es el nivel en el que más experiencia tengo, pero también pensando en que es importante saber cuál es el público y entender que no todas las poblaciones son iguales.

Creo que no todo el contenido de un curso se enseña con el mismo objetivo, como bien lo explica Zhou Nan-Zhao con sus “Cuatro ‘pilares del aprendizaje’”. Cada contenido tiene particulares, aspectos clave, analogías y ejemplos pertinentes. Algunos contenidos se presentan al estudiante para que los memorice –porque todavía necesitamos que algunas cosas se sepan de memoria–, otros para que los asimile como parte de una estructura que le permita llegar a saberes mayores, otros más que son herramienta para que el estudiante vea cómo cada área del conocimiento puede ayudarle a entender su posición en una experiencia de vida y una sociedad cambiante.

Es posible que el objetivo general de un curso sea el aprendizaje de unos conceptos o el desarrollo de la capacidad para llevar a cabo unas tareas, pero mi obligación como profesor es incluir en la enseñanza de ese curso, al menos implícitamente, elementos que le permitan a mis estudiantes crecer en su capacidad para interactuar con sus compañeros y con la sociedad, así como en su interés en entenderse ellos como personas. Usando las categorías de Nan-Zhao: incluso cuando el objetivo del contenido es aprender para saber o aprender para hacer, es mi deber como profesor que abrir el espacio para que los estudiantes puedan también aprender a convivir y aprender a ser. Los objetivos de saber, hacer, convivir y ser deben ser tratados con igual respeto y encarados con igual compromiso, cada uno de ellos encierra la posibilidad de avanzar en los demás, proceso que es mediado por contenido y plan de curso.

Considero también que para desarrollar cada uno de esos pilares de aprendizaje hay estrategias que son más adecuadas que otras, que si bien hay estrategias y pautas generales recomendadas, como las que ofrecen Chickering y Gamsom en sus siete principios para buenas prácticas en la educación de pregrado, es importante siempre tener en cuenta que la base de trabajo en una clase es el contenido, y que como lo dice Anna Neumann, para la buena enseñanza el contenido importa. La combinación de objetivos claros, contenido adecuadamente preparado y consideración por las particularidades de cada estudiante es central en el éxito de un proceso de enseñanza.

Mi forma de entender la enseñanza me pide un balance cuidadoso entre eficiencia y dedicación, balance que está mediado por los objetivos de aprendizaje que deben guiar una clase. En un curso estándar el balance debe permitir que el tiempo de clase sea utilizado para facilitar el aprendizaje de los estudiantes en la mejor forma, consiguiendo así que espacios adicionales como horarios de atención a estudiantes y sesiones de repaso sean dirigidos con mayor énfasis a atender las necesidades particulares de los estudiantes para los que las actividades de clase no son suficientes. Eso abre las puertas a tratar los casos particulares en forma individual, facilitando que cada estudiante tenga oportunidades justas de alcanzar los objetivos del curso y los suyos personales. Es siempre un riesgo enfocar la clase a una parte de los estudiantes y no a todos, a veces esos estudiantes no están al alcance de tratos personalizados fuera del espacio de las clases, pero es un riesgo que siempre estoy dispuesto a tomar y que cuando lleva a dificultades puede enfrentarse con modificaciones al plan de clase.

Creo también que mi labor como profesor busca equilibrar lo tradicional y lo revolucionario, plasmado en las estrategias de enseñanza, en los objetivos de aprendizaje y en las herramientas que median tanto en estrategias como en objetivos. La enseñanza con tecnología abre las puertas a estrategias que antes habrían sido apenas un sueño, pero no creo que sea viable (al menos no en este momento) trasladar toda la responsabilidad de la enseñanza a la tecnología; la cantidad de alternativas pre-cargadas en un sistema es siempre finita, la cantidad de caminos que puede tomar el discurrir del pensamiento de un estudiante no lo es.

Las matemáticas son, en muchas ocasiones, combinación de tradición y modernidad; es parte de mi labor como profesor conectar esas matemáticas con los conocimientos previos del estudiante, también una mezcla de conocimientos antiguos y recientes, de forma que tengan sentido en su mente y se vuelvan herramientas de fácil uso y recordación. Pocas situaciones ejemplifican tan claramente la derivación instantánea como la lectura de velocidad en los instrumentos de un vehículo, un ejemplo del que no disponían los profesores de matemáticas del hace poco más de un siglo. Es nuestro momento de conocer las tecnologías que tenemos a mano y utilizarlas, es mi interés que esa utilización en mis clases sea racional y no se lleve a incluir tecnología por el simple hecho de decir que se incluyó tecnología.

Finalmente, estoy convencido de que la base de todos mis esfuerzos como profesor debe ser la reflexión y la autocrítica, ver cada clase como una nueva oportunidad para hacer las cosas mejor, aceptar las –numerosas– ocasiones en las que me equivoco y aprender de ellas para, en la siguiente oportunidad, si no logro mejorar al menos pueda equivocarme diferente.

 
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