PISA, otra vez la ciudad de la torre
Como hoy tengo mucho mucho que hacer, gastaré algo de mi tiempo haciendo esto, solamente porque necesito pensar algo diferente.
Hace unos días escribí hablando de lo que pienso que significan las pruebas PISA en términos de asignar y asumir responsabilidades. Y sigo pensando lo mismo, el problema somos todos, la culpa es de todos, los que menos tienen que ver ahí son los que realmente toman la prueba. ¿O es que acaso podemos creer que a un estudiante de 15 años le importa mucho todo el revuelo que se creó alrededor de eso?
Vamos a darle un poco más de contexto al tema, para que sea un poco más claro qué es lo que pasa y realmente qué podemos cambiar, qué nos hace diferentes y en este caso no en el sentido positivo de la palabra.
Empecemos por unas sencillas preguntas. ¿Cuántos de ustedes saben qué es lo que causó revuelo, más allá de que “nos fue mal”? Resulta que el país, como ente económico, participa en las pruebas PISA, que organiza la OCDE, que son pruebas internacionales presentadas en cerca de sesenta países. Las pruebas PISA no son, ni pretenden ser, mediciones de la capacidad individual del alumno, en ese sentido los resultados de PISA son para conjuntos, definidos como países y, si corresponde, otro tipo de economías como pueden ser ciudades, por ejemplo. ¿Qué evalúa PISA? ¿Qué es la OCDE? ¿Cuándo nos vuelve a tocar PISA? Esas se las dejo a ustedes, para la última apenas una pista, es casi ya. Sin embargo es posible que respuestas parciales a algunas de las preguntas se revelen en lo que falta de este texto.
Cultura “traqueto”, comodidad antes que integridad, capacidades guardadas ante la presión de los demás para no ser bobo, todas esas cosas y muchas más nos afectan a diario y no permiten que progresemos en cosas relativamente elementales como enseñarle a nuestras nuevas generaciones las cosas que necesitan para sobrevivir. Nuestra muestra está sesgada por la poca importancia que le dieron los que la componen, en eso insisto y seguiré insistiendo, pero no por eso debemos tomarla como un dato más en la maraña de grandes números que nos rodea.
Muchos dirán en este momento que es imposible que le enseñemos a nuestros estudiantes de hoy con los métodos antiguos, que lo que ellos necesitan para sobrevivir es totalmente diferente, que el problema de la educación es que es más cómodo dejar todo igual. Pues sí… y no.
Sí: Nuestros estudiantes sí necesitan cosas nuevas que no hacen parte de la educación tradicional que recibieron nuestros mayores o incluso que recibimos los que nos graduamos del colegio a finales del siglo pasado. Cuando yo era estudiante la fuente absoluta de la sabiduría eran las enciclopedias, todo se consultaba en una enciclopedia, fuera en la biblioteca del colegio o en la de la casa (para los afortunados que tuvimos una buena biblioteca en casa con al menos una buena enciclopedia). Ahora enciclopedias que se volvieron instituciones, como la Britannica, dejan de publicar libros impresos para trasladar todo su contenido a servicios en línea, posiblemente como consecuencia del posicionamiento del titán sin cabeza, Wikipedia. De esa forma nosotros necesitamos la habilidad de manejar el índice de un libro, su tabla de contenidos y su sabiduría atrapada en tantos kilos de peso; nuestros estudiantes necesitan saber encontrar la información en bases de datos con servicios de búsqueda interna inmediatos. Nosotros tuvimos que manejar la capacidad de transcribir información, porque lo que estaba en el libro no se podía copiar y pegar, porque fotocopiar es un invento relativamente moderno y presentar como trabajo una fotocopia era automáticamente rechazado por los profesores; nuestros estudiantes actuales copian y pegan la información en un documento digital que entregan por correo electrónico o cargado en una plataforma virtual sin el uso del tradicional manuscrito. Eso ha cambiado y esos cambios nos los cobra el sistema de evaluación de pruebas como PISA, que en su unidad de solución creativa de problemas nos dejó de últimos en la más reciente aplicación, lo que generó todo el revuelo del que hablamos ahora.
Sí: El problema pasa por la comodidad de dejar todo igual. Los estudiantes en muchos casos tienen habilidades muy superiores a las de sus maestros al momento de utilizar tecnologías modernas, aparatos electrónicos que para ellos son elementales para nosotros pueden resultar dolores de cabeza profundos. Creo que casi cualquier persona de mi edad ha vivido o presenciado el interminable proceso de intentar enseñarle a usar el teléfono celular a algún miembro de la generación de nuestros padres, mientras más sofisticado sea el teléfono más eterno el proceso será. Sin embargo a nuestros hijos o sobrinos les dejamos esos mismos teléfonos y, salvo que tengan clave de acceso, en menos de dos minutos están convertidos en consolas portátiles de juegos, lo que a nosotros nos costó medio día y a nuestros padres les provoca salpullido. Ante esa avalancha tecnológica y esa superioridad del alumno, nada es más fácil que seguir haciendo todo como antes, seguir enseñando las mismas cosas en la misma forma, suavizar los métodos para adaptarse a las cada vez más laxas normas de evaluación y mostrar a los estudiantes las pocas cosas que sabemos y ellos no, por lo general no pertinentes a nuevas tecnologías y sí a esa tradición entre oral y escrita con la que nosotros fuimos enseñados.
No: He aquí el problema, eso NO es educación. Estimados, el proceso de transmisión de información no es educación. La transmisión de información es instrucción, es esencial y no la podemos evadir. Pero no es educación. ¿O podría alguien decir que Wikipedia y Google, por citar dos ejemplos, están muy bien educados? La educación va más allá de la simple información, la educación se refiere a inteligencia y no a memoria, y si bien la segunda es una gran colaboradora de la primera, no es equivalente bajo ningún criterio. La memoria debe proveer los datos para que la inteligencia genere los resultados, es su principal fin y como tal debemos entenderla, así como debemos entender que la mayoría de las herramientas virtuales que encontramos disponibles actualmente son proveedores de información y facilitadores dela construcción de la memoria, pero pocas llegarían a considerarse, por sus propias cualidades, generadoras de pensamiento.
Debemos dar a nuestros estudiantes la oportunidad de pensar, de decidir, de equivocarse y de volver a intentar, que lo hagan y que generen un pensamiento crítico y una capacidad de discernimiento suficiente para que en el momento en el que tengan que elegir sin margen para equivocarse y volverlo a hacer puedan, efectivamente, elegir lo adecuado en la situación que se les plantea. El que quiera darle una mirada a las preguntas de PISA que tanto nos agobian se dará cuenta de que esas preguntas no estaban diseñadas para tener como base un conocimiento previo, estaban diseñadas para experimentar, interpretar, analizar e incluso argumentar. Nada de eso lo provee Wikipedia, pero nada de eso lo provee tampoco un profesor, de colegio o universidad, que se presente ante sus estudiantes como una Wikipedia ambulante.
Hoy los invito a que expongan sus ideas. Hablen, escuchen, compartan, comparen, opinen, escriban, lean, dibujen, generen. Eso, generar, generar conocimiento, generar debate, generar controversia, generar consenso, es eso lo que le podemos dar a nuestros estudiantes para realmente educarlos, para mostrarles que sabemos que hay caminos mejores que memorizar, que hay formas mejores de entender el mundo que les ofrecemos cada día. Los mayores, los que ayudamos a instruir y con algo de suerte a educar a esos estudiantes que presentaron la prueba PISA y que ahora rondan los 18 años, o incluso a los que son menores que ellos, debemos ser sus guías en lo que podamos serlo; pero a diferencia del guía estándar que ofrece simplemente la posibilidad de visitar los caminos que ya conoce y por los que se mueve con soltura gracias a sus visitas anteriores, es nuestra responsabilidad ser guías aún en lo que desconocemos, porque no es su función vivir lo que ya vivimos, es nuestra función vivir lo que nos da la experiencia para ayudarles a que vivan su propia vida.
Cierro este escrito diciendo que posiblemente en un mes o menos para casi todos nosotros PISA sea Pisa, la ciudad de la torre donde todos los turistas se toman fotos empujando o sosteniendo el famoso edificio, y que casi nadie recordará toda la controversia que los resultados han generado. Sin embargo lo único que queda es esperar que en el fondo de la memoria de cada uno, alimentando su pensamiento, haya quedado al menos un poco de la indignación por el pobre resultado obtenido para que así tengamos la oportunidad de hablar de educación y de cómo mejorarla más seguido que una vez cada cuatro años.
Como siempre, el que quiera darme su opinión, de preferencia en términos decentes y buena ortografía, puede encontrarme en @osbernal en Twitter o en mi correo electrónico osbernal@gmail.com