Cuellos de botella sociales
Hace algún tiempo, tal vez unos seis meses, escribí una entrada en este blog acerca de la adopción por parte de parejas homosexuales. Más cerca en el tiempo escribí algo sobre el programa “Ser pilo paga”. Después de algunas conversaciones por las que debo agradecer a mis interlocutores, creo que todo el tema de las dos cosas llega a una misma simple y materialista conclusión: nuestros cuellos de botella sociales se generan porque no tenemos una interpretación seria de lo que es la eficiencia económica, porque queremos tapar el sol con un dedo, porque queremos resolver con pañitos de agua tibia problemas estructurales de nuestra sociedad.
En el tema de la adopción por parejas homosexuales hay una completa desconexión entre interpretación de la oferta y la demanda. Y sí, estoy hablando del mercado de beneficios familiares, estoy poniendo a la gente como un producto y un productor, qué le vamos a hacer. Para mí se resume en esto:
Tenemos un sistema que no presenta como política de Estado la instrucción en temas de planificación familiar ni el acceso efectivo y a bajo costo a una estructura seria de planificación (léase no solo regalar condones, también ofrecer consultas médicas que sean programables en un tiempo corto, rápidas, confiables y que estén asociadas a una divulgación amplia y estratégica).
Existe un mandato para la educación sexual impartida en los colegios, pero a cargo de los colegios, que en el caso de la mayoría de los colegios privados de bajo costo son colegios regentados por comunidades religiosas, principalmente católicas, que no fomentan la anticoncepción y en muchos casos buscan hasta extremos poco sanos ocultarla de los estudiantes.
Existe el servicio de salud asociado al SISBEN, donde se atienden urgencias médicas y tratamientos de enfermedades y demás, pero sin una capacidad para orientar a las personas y familias en cuanto a situaciones que no son enfermedades, como el embarazo no deseado.
Existen entidades privadas como Profamilia, que realizan campañas en pro de la salud sexual y reproductiva que incluyen anticoncepción, pero ni tienen el alcance de una política de Estado ni son el Estado.
Como resultado el primer ingrediente es una población con bajo conocimiento de la anticoncepción, llena de mitos al respecto y además con bajo acceso a métodos anticonceptivos.
Tenemos una legislación que autoriza la interrupción del embarazo solamente en casos particulares como violaciones y problemas en el desarrollo del embarazo para la madre y/o el humano en gestación. Eso quiere decir que si no hay riesgos de salud inmediatos y la concepción se produce por una relación sexual consentida, salvo causas naturales de interrupción o las muy riesgosas “clínicas de maternidad” que pululan actualmente en los alrededores de instituciones médicas legales, la gestación debe llegar a “feliz” término con un parto.
Así, la población poco preparada en temas de anticoncepción, dando rienda suelta a su sexualidad, es conducida por nuestro sistema a partos en muchos casos indeseados, que generan lo que llamaremos para efectos de esta entrada del blog la oferta de material de adopción.
Como toda oferta debe estar compensada por una demanda o el producto se convierte en inventario de baja transabilidad, la oferta de material de adopción debería tener una demanda equiparable. Pero entonces nos enfrentamos a que la demanda, filtrada por el Estado para garantizar el bienestar de los infantes en cuestión (cosa que me parece perfectamente razonable) es, en realidad, filtrada por criterios que no tienen asidero científico y van poco más allá de tradiciones religiosas y costumbres populares.
Es cierto, tan cierto como incuestionable, que hay parejas homosexuales que no son aptas para la crianza de un menor, que hay parejas homosexuales que no son estables, que hay parejas homosexuales que representan un riesgo inherente para el sistema. En la misma forma es cierto que si en la frase que acabo de escribir se retira la palabra “homosexuales” no se pierde absolutamente nada de veracidad. En este momento no se permite la adopción por parejas homosexuales, así que podemos suponer con un nivel aceptable de acierto que todo niño fue criado por una familia de figuras de autoridad heterosexuales, por padres o madres solteros/viudos/separados o en situación de orfandad. Y pues tenemos un país con guerrilla, con ladrones de todos los niveles, con individuos como el tan famoso y mentado violador+asesino de menores Garavito, eso y mucho más en nuestra fauna criolla.
¿Qué hace entonces que sepamos que la posibilidad de admitir la adopción por homosexuales es un riesgo para el tejido de nuestra sociedad, tejido tan perfecto como el que tenemos en este momento (subráyese el sarcasmo de la palabra “perfecto”).
Nuestro panorama es entonces el de un mercado en el que el Estado por acción y omisión fomenta la oferta y reduce la demanda. Eso implica inmediatamente una acumulación de inventario de baja transabilidad, que en este caso significa hogares del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar repletos, a través de todo el territorio nacional. Y seguir restringiendo la demanda presupone que ese inventario, huérfanos, está mejor conservando esa condición de huérfanos en medio de hacinamientos que recuerdan a las de nuestro sistema carcelario que lo bien que podrían estar con las familias que buscan adoptarlos. Esos huérfanos están entonces afectados por un cuello de botella social generado por tradiciones antiguas en las que la iglesia católica y el ejército, contando con el apoyo económico de su simbiosis con las casas reales, nutrían sus seminarios, noviciados y cuarteles con los huérfanos de cada región.
No sé ustedes qué opinen, pero yo creo que, mediando un proceso de selección con criterios modernos, justos y que no se sesguen por la orientación sexual de los posibles padres, muchos de esos niños que hoy en día están destinados a permanecer bajo la tutela del Bienestar Familiar encontrarían una calidad de vida muy superior y una formación que no solo no los obligue a ser homosexuales o heterosexuales sino que les permita tener una mente abierta para entender que los privilegios disfrutados vienen de un vínculo fraterno que va más allá de la tendencia u orientación sexual de quien adopta.
Además, como siempre, hay un tema de eficiencia económica. Si permitimos que esos huérfanos encuentren hogar en las casas de quienes desean adoptarlos, ellos recibirán los beneficios de ser tratados como hijos en hogares que muy posiblemente les ofrecen una mayor capacidad económica que los albergues del Bienestar Familiar, pero además esos mismos albergues tendrán menos huérfanos para cuidar y por lo tanto a los que se queden en el sistema se les podrá dar una mejor calidad de vida. Win-win situation dicen por ahí.
Pero bueno, hoy nos enfrentamos a que siguen las trabas para un proceso que podría ser benéfico para la sociedad como bloque, porque la Corte Constitucional ha decidido esta noche que no hay apertura de la adopción para parejas homosexuales en las que uno de sus miembros no sea ya progenitor del menor a adoptar. Si le quieren ver algo bueno, las clínicas de inseminación artificial y las mujeres dispuestas a servir como vientres alquilados pueden encontrar un nicho de mercado. Y no, no es sarcástico, pero sí es una burla a nuestra incompetencia como sociedad.
El otro tema, Ser pilo paga, es otro cuello de botella, un poco más a futuro que a presente, pero se nos viene igual.
Más allá de los posibles inconvenientes discutidos en la entrada anterior, de las acusaciones de matoneo publicadas por Semana haciendo eco de lo publicado por Reconciliación Colombia (y que linda foto de los Andes tapada por escritos del grupo de Facebook de los estudiantes de La Sabana), las quejas por la poca claridad en cuanto al subsidio de manutención y otros detalles más, hay una amenaza que puede explotar en cuatro o cinco años. Colombia es un país con altos niveles de informalidad y tradición de subempleo a pesar de los prometedores números de Fedesarrollo en mayo de 2014, más los niveles adicionales de desempleo que ya conocemos.
A los ‘pilos’ que se gradúen dentro de las condiciones del préstamo que lo convierte en beca, la situación de desempleo les puede afectar en la misma forma que afecta a los graduados de hoy, con alarma por el subempleo en un mercado laboral que tendrá una cantidad no gigante pero no despreciable de graduados adicionales. No habrá necesidades extremas de pago de grandes deudas adquiridas por los estudios universitarios, pero si vienen de familias de escasos recursos es muy posible que la simple vida diaria sea un reto económico importante.
Para los que no se gradúen y queden estancados en el modo préstamo, con los pagos que tendrán que hacer, el subempleo y el desempleo serán amenazas mayores y mucho más graves. La necesidad de conseguir algún tipo de ingreso que les permita simultáneamente sobrevivir y empezar a pagar préstamos de varios (muchos) millones puede ser una mala consejera a la hora de elegir rumbo u oficio.
En cualquier caso una política que lleve a más personas con alta capacitación y/o alta necesidad al mercado laboral debe, o al menos debería, estar acompañada por otra política que ofrezca un aumento serio y real del empleo a todo nivel.
Podemos ver el caso de “Es tiempo de volver” y sus 109 beneficiarios, que son hoy por hoy protagonistas diarios de notas y editoriales como la del periódico El Tiempo de hoy febrero 18. Son solo 109, pero aparentemente han tenido suficientes problemas como para que cada uno de sus casos no sea un caso aislado. ¿Qué pasará cuando tengamos que ver los diez mil casos de Ser pilo paga? Esperemos que sus problemas sean casos aislados, pero si no tenemos cuidado se nos viene otro cuello de botella social, de los que además dejan huella.
¿Y si además Ser pilo paga se vuelve un programa permanente? Porque según los informes de prensa el gobierno espera volverlo permanente. Si tomamos como base que de los diez mil cupos para el programa posiblemente cerca de la mitad (este número es pura especulación fundamentado en lo que he visto en los Andes) son cupos adicionales del sistema, es decir, esfuerzos del sistema de educación superior para acoger a esos estudiantes por encima de sus números inicialmente planeados (y acoger los recursos que con ellos llegan, claro está) tendremos en unos siete u ocho años veinte mil personas buscando trabajo en condiciones diferentes a las que habrían estado sin la existencia del programa. Si el efecto de ese cambio no es positivo el problema puede ser gigante, pero para garantizar que sea positivo se debe crear el ambiente adecuado, especialmente el ambiente del mercado laboral que reduzca el desempleo.
Y para dejar el abrebocas de otro cuello de botella social del que no hablaré mucho ahora, pero que puede llegar a complicar aún más el panorama del anterior, el mercado laboral debe prepararse para una posible firma de acuerdos de paz con desmovilización y reinserción de guerrilleros. Y si no se viene una reforma seria en muchos aspectos, asociada a programas que realmente permitan ampliar la capacidad del mercado laboral para demandar mano de obra tanto calificada como no calificada, dos de los posibles grandes logros de este gobierno pueden ser las bombas de tiempo más peligrosas que hayamos visto en muchos años.
Paro por ahora que ya está largo esto. Como siempre, quedan los medios de comunicación habitual, el correo electrónico osbernal@gmail.com y @osbernal en Twitter.