Evaluar profesores, el reto
Hace pocos días el Ministerio de Educación Nacional, Fecode y algunas universidades celebraban la firma de un acuerdo para la evaluación a profesores de colegios públicos, uno de los puntos cruciales en el paro de maestros que vivió el país recientemente.
Colombia tiene un sistema educativo lleno de desigualdades, tantas o más que las desigualdades sociales. Pieza clave en estas desigualdades es la calidad del proceso educativo, proceso de enseñanza-aprendizaje para darle un nombre reconocido internacionalmente. El proceso de enseñanza-aprendizaje, como su nombre lo indica, tiene dos componentes, la enseñanza a cargo del profesor/tutor/maestro y el aprendizaje a cargo del estudiante/aprendiz.
El proceso de aprendizaje es complejo, guiado por todo tipo de elementos desde ciencia cognitiva basada en procesos meramente fisiológicos hasta elementos aparentemente externos como distribución del espacio físico. Son pocas las acciones reales que se pueden ejecutar para mejorar en forma amplia y masiva el proceso de aprendizaje, ya que cada sujeto interioriza la información de acuerdo con la estructura mental que ya posee y esa estructura se forma incluso desde el vientre materno. Es por eso que enfocamos siempre los esfuerzos en el proceso de enseñanza, el punto en el que podemos influir esperando que se acople en mejor forma al proceso de aprendizaje y lograr un complemento casi perfecto.
El proceso de enseñanza, a diferencia del de aprendizaje, se ejecuta en el salón de clase desde algunos pocos elementos centrales, llámense profesor, libros, material de apoyo, complementos digitales y otros. Son estos los elementos en los que la implementación de políticas puede tener influencia, son estos los elementos en los que se espera que una gestión adecuada de la educación centre sus mayores esfuerzos para mejorar el resultado de mayor cantidad de estudiantes. De todos esos elementos, el que tiene la mayor carga dentro de la educación tradicional es el profesor y por lo tanto, en un sistema fundamentado en el proceso de educación tradicional, el profesor es la columna vertebral del mejoramiento de la calidad.
La pregunta natural es entonces tan clara como compleja: ¿cómo mejorar la calidad a través de los profesores? Y así como es natural la pregunta, es natural la respuesta, a pesar de que sea en realidad un compendio de nuevas preguntas: ¿cómo determinar qué se debe mejorar? La discusión simplista lleva al cambio absoluto, tan dramático como innecesario y, para un país como Colombia, escandalosamente costoso. Sacar de sus trabajos a todos los profesores porque es necesario mejorar es un argumento vacío en principio, ni es cierto que todos los profesores deben ser retirados, ni es cierto que hay suficientes profesores en espera de una oportunidad para estar en esas posiciones y hacerlo mejor que los que están, ni es cierto que el cambio que se necesita está solamente en los profesores.
Para llevarlo a una analogía futbolística, tan de moda en estos días de Copa América y de fervor por la Selección Colombia, cuando una liga tiene presentaciones internacionales destacadísimas (España acaba de tener los campeones de las dos competencias de clubes más importantes de Europa, Italia tuvo tres de los ocho semifinalistas en esas mismas competencias) se felicita a los jugadores y a los clubes, cuando las ligas tienen un desempeño por debajo de lo esperado (Inglaterra, Francia, …) se critica a los técnicos. Todos hemos escuchado maravillas de Carlos Bacca o Kevin Gameiro del Sevilla, pero pocos tienen en mente el nombre del técnico del club; miles de líneas se han escrito sobre la combinación MSN del Barcelona pero pocos saben de la trayectoria de Luis Enrique o de las decisiones que ha tomado este año para conducir al equipo; eso por una parte. Por la otra los nombres de Louis Van Gaal, Arsène Wenger, José Mourinho o Manuel Pellegrini son comidilla de todos los amantes del fútbol mientras nadie culpa a Wayne Rooney, Theo Walcott, John Terry o Sergio Agüero por los resultados de sus equipos. En esa misma línea, cuando los resultados educativos son maravillosos se habla bien de sistemas nacionales (casos Finlandia y Singapur), de instituciones (como sucede en Colombia cuando se destacan los colegios con mejores resultados en SABER 11) y hasta de estudiantes en algunos casos; sin embargo cuando los resultados no son buenos son los profesores los que ocupan la primera línea en cuanto a cuestionamientos. Y como pasa en el fútbol, ni se cambia a todos los técnicos/profesores ni se los deja a todos.
¿Cómo saber a cuáles profesores cambiar? Evaluación debería ser la primera respuesta, pero una evaluación seria que no se limite a un día de prueba de selección multiple. Una evaluación que incluya pares internos a la institución y externos a ella, una evaluación que tenga mejores incentivos que simplemente huir del resultado punitivo de perder el trabajo, una evaluación que examine todos los componentes de un buen trabajo docente o al menos la mayor parte de ellos. Esa evaluación debe cubrir a todos los profesores y no solamente a una parte de ellos, incluir incentivos para aquellos que se destaquen y planes de mejoramiento/re-evaluación para los que lo requieran, inclusión del componente formativo del estudiante como persona más allá del doctrinario de dispersión del conocimiento, dejando como un componente más y no el central el elemento de castigo de perder el trabajo. Ahí entra, aunque hasta ahora sea un pequeño avance (por las limitaciones no mencionadas en el artículo) lo referido por W Radio en el enlace destacado en el primer párrafo de este texto. Avanzamos, sí; falta, lo que le falta a un centímetro para hacerse un kilómetro.
¿Quiénes sustituyen a los profesores que salen? Este es uno de los puntos más complejos. Laura Perna (2006) presentó como resultado de sus investigaciones un modelo para la selección de programa de educación superior, en el que detalla el nivel de generalidad de cada una de las capas de factores involucradas en el proceso así como la cercanía de esos factores con el proceso real de decisión. Las capas, desde la personal de cada individuo, pasando por el entorno escolar y de comunidad, continuando con el contexto del sistema de educación superior para terminar en la más general de contexto general de la sociedad, son todas insumo para el proceso de definición. Esas capas y los factores en ellas que determinan la elección son cruciales en el tema de profesores porque explican la percepción tradicional de que los mejores estudiantes no eligen ser profesores. Entre las piezas fundamentales que Perna enuncia y que conspiran contra los mejores oficios de quienes buscan tener mejores profesores se encuentran:
Nivel sociedad: Características de la política pública. La política pública en relación con los profesores en este país muestra, por decir lo menos, desconocimiento de la profesión y del oficio, con un interés casi nulo por la articulación entre diferentes procesos de la educación superior y la educación escolar. En educación superior es fundamental para las instituciones la obtención de acreditaciones, que tienen una gran parte de su fundamento en el cuerpo docente encargado de impartir instrucción, con lo que se hace fundamental para las instituciones tener a los mejores profesores y se hace un motivo de orgullo ser profesor universitario; en contraste hasta ahora y tímidamente el denominado “Día de la Excelencia Educativa” empieza a considerar el rol del profesor como fundamental en el mejoramiento de la calidad de la educación a nivel escolar y a valorarlo como tal.
Nivel sistema de educación superior: Características institucionales. Las dos denominadas mejores universidades del país, la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad de los Andes, tienen una característica común que no es para nada halagadora en este tema: ninguna de las dos ofrece programas de pregrado para capacitación de profesores, las denominadas “licenciaturas”. Esto es un claro reflejo de hostilidad del sistema de educación superior hacia la labor del docente escolar, donde las licenciaturas entran a ser programas de segunda y hasta tercera categoría.
Nivel entorno escolar y comunidad: Soporte estructural y barreras. A nivel escolar en Colombia el soporte para elegir ser profesor es casi nulo, al menos en mi experiencia. Pocos profesores motivan a sus estudiantes a ser profesores, pocos orientadores presentan a los alumnos la docencia escolar como una opción de vida. Que los profesores no sean divulgadores de los beneficios de su propia elección es señal clara y negativa, en especial considerando la doble posición de profesores y orientadores al ser simultáneamente mentores y limitadores del avance a la educación superior.
Nivel personal: Valor del logro en la educación superior. Además del valor decreciente de la educación en nuestra sociedad, debido entre otras cosas a la ya comentada cultura de traqueto, la subvaloración de la profesión docente hace que a nivel personal muchos estudiantes de colegio que hoy están eligiendo carrera consideren que en caso de entrar a la educación superior una licenciatura es absolutamente impensable.
Si a estos factores sumamos los factores racionales de la elección, también mencionados por Perna, que incluyen los beneficios esperados tanto en lo monetario como en lo demás, las licenciaturas salen muy mal paradas. Porque si de algo nos sirvió el escándalo del promedio salarial de los profesores según Gina Parody es que puso en boca de casi todos los colombianos el tema salarial de los profesores, con un techo bastante bajo y una media aún peor. Seamos claros, si el salario techo está por debajo de los diez salarios mínimos y el promedio apenas alcanza dos y medio salarios mínimos, en términos económicos pocas elecciones son peores. Y si además de ganar poco los profesores tienen que trabajar largas jornadas con grupos de cincuenta estudiantes que cambiar cada hora, para llevarse gran cantidad de trabajo a la casa a continuar, tienen que atender a padres que los culpan por el bajo rendimiento de sus hijos, todo sumado a una imagen muy negativa de la sociedad a su ocupación, pocos puntos a favor puede encontrar un futuro universitario para elegir la docencia.
¿Qué otros aspectos, además de la labor docente, son relevantes? Los lineamientos curriculares en este país tienen en este momento más de veinte años de antiguedad, en especial en temas que se ven profundamente modificados en su enseñanza-aprendizaje y en los tópicos de mayor relevancia. Ejemplo claro de esto son las matemáticas, donde la existencia de calculadoras y computadores ha hecho que la agilidad operativa ya no deba ser un fin en si misma sino un medio para estructurar el pensamiento lógico y matemático.
La enseñanza de todo el contenido curricular dividido en cajas independientes, donde el estudiante identifica como conocimientos vagamente conectados la historia y los idiomas, la biología y la química, las matemáticas y la física, o la ética y la democracia por solamente citar algunos ejemplos, hace que los estudiantes pierdan de vista parte del horizonte de su humanidad y la apropiación del conocimiento como herramienta para resolver problemas reales.
Las escasa promoción de oportunidades para desarrollar clases en entornos diferentes al salón de clase, en formatos diferentes a la labor individual o grupal en posición de sentados y guiada por una única figura de autoridad en el salón, es un serio desperdicio de información. Todos los estudios apuntan a los beneficios de la actividad física en el aprendizaje y a que los entornos como el de salón tradicional de clase son adoctrinadores pero no instructivos.
¿Qué hacer entonces? Muchas cosas hay por hacer, no solo relativas a los profesores y no solo enfocadas a evaluar, aunque claramente esas también son imporantes. En un acto de atrevimiento doy algunas sugerencias de lo que creo puede ayudar a mejorar la calidad de la educación escolar:
Evaluar, sí. Evaluar a los profesores es un acto fundamental de respeto al sistema educativo. Evaluar con incentivos a quienes se destacan y oportunidades para quienes no lo hacen, sin dejar de lado que las oportunidades para estos últimos deben ir acompañadas de procesos continuados de evaluación y que nadie debe estar fuera del alcance del factor punitivo laboral de la evaluación.
Jubilación anticipada selectiva para profesores. Jubilación anticipada no siempre quiere decir despido, pero puede significarlo en algunos casos de esta propuesta. Los profesores que hayan cumplido algunos requisitos mínimos de edad y tiempo trabajado, una vez completado un proceso de evaluación docente con o sin conocimiento de los resultados de esa evaluación, deben poder optar por jubilaciones anticipadas. La jubilación en tiempo corto puede funcionar como un incentivo para ingresar a la carrera docente para algunas personas, además de ser un filtro autoimpuesto para los profesores, permitiéndole al Gobierno aceptar sin dilación las solicitudes de aquellas personas que muestren resultados deficientes y, en los casos que profesores destacados, solicitar a estos que se mantengan en sus cargos con una bonificación que sirva de pre-jubilación o que se jubilen y se conviertan en asesores de programas de formación de nuevos docentes.
Mejoramiento de condiciones salariales a profesores, válido para profesores actuales y para nuevos docentes. Si se espera que estudiantes destacados sean atraídos por la enseñanza, es importante poder ofrecer a esos estudiantes (que justamente por ser destacados tienen altas expectativas salariales) posiciones en las que el salario sea competitivo con las de otras ocupaciones de exigencia similar. Esto debe aplicar también, progresivamente, para los profesores actuales, para que mantener a los mejores en sus cargos no sea una labor titánica contra las presiones del mercado. Además, como un beneficio colateral, se sabe que la percepción de un oficio legal está directamente relacionada con la remuneración asociada, con lo que una nivelación salarial a profesores puede contribuir con una mejora en la imagen de la docencia escolar entre la opinión pública.
Inclusión de cupos específicos para licenciaturas en programas como Ser Pilo Paga. El programa Ser Pilo Paga (SPP), ya comentado en este blog, es una oportunidad única para que estudiantes con altas calidaddes académicas opten por programas de licenciaturas. Si SPP se convierte en un programa permanente, como se espera que suceda en el futuro próximo, el cuestionamiento sobre la flujo adicional de profesionales al mercado laboral será cada vez más relevante, más si recordamos que estamos en un país en el que se considera un logro tener una tasa de desempleo menor al 10%. Si se combinan la mejora salarial a profesores, que ofrecería condiciones económicas más atractivas, con los programas de jubilación anticipada, que abrirían posiciones de trabajo en una forma que no resulta abrupta ni violenta, ser profesor se hace una opción atractiva y real para trabajar. Y si a estudiantes que igual serían estudiantes becados se les ofrece la oportunidad de acceder a un sub-mercado laboral casi cautivo con condiciones decentes, es muy posible que algunos elijan la profesión docente y se consiga un grupo valioso de estudiantes como prospectos de futuros profesores. Un programa de diez mil becas al año que se convierta en un programa de nueve mil becas libres y mil dedicadas a programas de licenciatura puede ser la solución, con efecto colateral de motivar a instituciones de renombre que aún no tienen licenciaturas a abrirlas y así darle un valor superior a la profesión docente.
No solo ver el quién, también el qué. La educación escolar tiene como protagonista al profesor, pero no se debe perder de vista el fondo de contenido que incluye. Y por eso también, al momento de mejorar la educación, no basta con cambiar el quién, también ese qué del contenido debe ser constantemente revisado para verificar que sea pertinente a las necesidades de los estudiantes. Una actualización de lineamientos que no sea un fin sino un medio, que sea un proceso permanente con resultados continuos, podría ser un insumo para la educación tanto o más valioso que un remezón en la planta profesoral.
No solo ver el quién, también el cómo. Nuevamente, no es solo cuestión de enfocarse en los profesores. La metodología es central y si bien cada profesor personaliza las metodologías y las interpreta según su visión personal de la enseñanza, una guía básica que abra la oportunidad a nuevas estrategias y nuevas tecnologías de soporte sería más que deseable. Estrategias con un mayor soporte en sistemas de administración del aprendizaje como Moodle o Blackboard, con nuevas rutas para la personalización de las clases sin perder de vista el beneficio del colectivo, con capacidad para incluir actividades multidisciplinarias, abriría puertas que hoy en día son difícilmente exploradas.
Cierro este texto, ya suficientemente largo, con dos pensamientos puestos en público. El primero, que la educación no se restringe a lo que el colegio y quienes trabajan en él puedan hacer por los estudiantes, eso es básicamente instrucción y no educación, la educación es mucho más global y compleja y nadie puede lavarse las manos de sus implicaciones en ella, mucho menos lavarse las manos con sangre sacada de cabezas de profesores rodando. El segundo, que como de costumbre todas mis opiniones aquí expresadas quedan abiertas a debate, bien sea a través de mi correo electrónico osbernal@gmail.com o a través de mi cuenta de Twitter @osbernal.