Hay cientos de personas que toleran el amor de una forma sobrehumana…

Inicio esta entrada con una famosa frase de Andrés Calamaro en “Hay” por una razón simple. El resultado de 32 por 23 es 736, varios cientos. 32 es el número de selecciones que participaron en el más reciente mundial de fútbol, cada una registrando 23 jugadores.

Los jugadores son humanos, desde los terceros arqueros que en tan pocas ocasiones tuvieron minutos de juego (el mundo entero debería agradecer a Van Gaal el gesto que tuvo al poner al tercer arquero en los últimos minutos del partido Holanda-Brasil) hasta las estrellas absolutas de las más poderosas selecciones. Sin embargo lo que es tan humano y a la vez tan masivo que se convierte en sobrehumano por aglomeración, es el amor devoto que sienten en algunos casos las fanaticadas. Esas fanaticadas que se movilizan en mente y cuerpo para seguir los éxitos y fracasos de esos 736 humanos, esas 736 personas. Algunos cientos de personas que, por su profesión, deben tolerar el amor fanático de una forma sobrehumana.

Pero bueno, hora de hablar de lo que esas 736 personas y los que les acompañaban lograron en el campeonato.

Brasil: El local da para hablar por horas y horas. Lo dije en mi cuenta de Twitter, esperaba que ganara cualquiera menos Brasil. Fue mucho antes de la eliminación de Colombia, y de hecho después de ese partido le tomé algo de cariño a los locales, solamente por mi tendencia natural a ir contra la corriente y el sentimiento de la gente a mi alrededor rogando por el derramamiento de llanto brasilero. Pero bueno, a todos los colombianos que esperaban que se hiciera justicia divina después en los siguientes partidos, se les hizo el milagrito y en forma mayúscula.

Advertí en la entrada anterior de este blog que Brasil llegaría lejos, incluida la salvedad de ser un equipo deficiente. Efectivamente jugaron el penúltimo partido del mundial, efectivamente como un equipo deficiente, pero la forma en la que fueron humillados en los dos últimos partidos va más allá de las expectativas de cualquiera. Defiendo la actuación de Julio César en los dos partidos, no por haber recibido diez goles es un mal arquero. Manuel Neuer, el arquero de Alemania y muy justo ganador del guante de oro del campeonato, recibió siete goles en dos partidos en la semifinal de la Champions contra el Real Madrid, pero eso no lo hace un mal arquero. Julio César no tuvo responsabilidad alguna en los diez goles recibidos por Brasil, aunque tal vez con algo de suerte habría podido tapar alguno. A diferencia de los colombianos que deciden con amor devoto y creen que David Luiz es una excelente persona por haber pedido aplausos para James Rodríguez al final del partido Brasil-Colombia, yo creo que David Luiz dejó lo mejor de su capacidad y de su personalidad en ese partido y que de ahí en adelante fue más un obstáculo en el juego de su selección. En esas condiciones, apegándome a lo que creo que fue la selección de Brasil desde el principio, Julio César no pudo hacer nada, David Luiz dejó indefenso a su grupo y Neymar Jr. salió lesionado. Fin de la selección de Brasil, Alemania lo entendió y lo aprovechó a la perfección, Holanda se encontró con un cadáver ambulante y se limitó a enterrarlo.

Del jogo bonito no tengo mucho que decir realmente. Muchos de los supuestos fanáticos del fútbol (fanáticos de oportunidad) se quejan de la muerte del jogo bonito y de que los jugadores de Brasil no parecen jugadores de Brasil. No entiendo realmente qué sucede en la mente de la gente que piensa que el estilo de juego es una consecuencia de los nutrientes de la tierra o de la posición geográfica. El estilo de juego depende del grupo con el que se juega, cada jugador tiene habilidades individuales y el estilo lo hace la combinación de todos esos jugadores. Pregunto entonces a los que entienden algo del deporte rey y de las características de los 23 jugadores que llevó Brasil como integrantes de su selección: ¿cuántos de esos 23 jugadores son realmente creativos de juego y tienen talento más que capacidad física? Neymar Jr. tal vez, ¿y luego quién? La selección que llevó Scolari es una selección armada específicamente para ser recia y rendidora, y lo fue hasta el partido contra Colombia. Pero ser rendidor en fútbol implica tener un orden y crear oportunidades de gol, dos cosas que se perdieron al final de ese partido. Un equipo hecho para ser recio y efectivo que perdió lo efectivo. Fin de la historia.

Argentina: No hay mucho que decir de los nuevos subcampeones. Hago nuevamente referencia a lo que escribí antes. El último gol de Argentina en el mundial fue anotado por Gonzalo Higuaín al minuto 8 del partido Argentina-Bélgica. En el minuto 33 de ese partido salió lesionado Ángel Di María. Argentina jugó más de 300 minutos después de la lesión de Di María sin marcar ningún gol. Gracias a Mascherano en todo ese tiempo solamente recibió un gol, es cierto, 8 minutos antes de terminar su actuación en el mundial. Salvo Di María mientras aguantó, Mascherano todo el mundial y la primera ronda de Messi, Argentina solamente tuvo un pequeño destello de luz con Sergio Romero en la definición contra Holanda. El resto del tiempo, el resto del equipo, no serán recordado por mucho tiempo. La razón, no hay nada que recordar.

En el capítulo de Argentina se necesita hablar del Balón de Oro. No creo que el mejor jugador del mundial haya sido Messi, eso está claro. Tampoco creo que haya sido James Rodríguez, tal vez el más goleador y el que generó más momentos estelares, pero no el mejor jugador. El mejor jugador debe brillar solo y brillar en un grupo, debe destacar y ayudar a que sus compañeros se destaquen, y la lista de los que hicieron eso mucho mejor que Messi y Rodríguez no es larga pero no está vacía tampoco. Robben, Kroos, Müller y Cuadrado son los primeros que se me vienen a la mente, pero esa lista la hará cada uno de acuerdo a su apreciación del juego.

Colombia: Sí, hay que hablar de Colombia. Ojalá no tarde mucho en llegar el día en el que se deje de hablar solamente de James y del “gol” de Yepes. James hizo un excelente mundial, un merecido botín de oro que le valdrá en poco tiempo su paso a un equipo realmente grande y con un salario de esos que pagarían la nómina completa de todo el campeonato colombiano con lo que se gana en un mes. Lo de Yepes no fue gol, de verdad no fue gol, una miradita a los documentos en los que la FIFA explica la norma del fuera de lugar (ver con especial atención la página 108 de este documento y con un poco más de razón que de pasión la repetición de la jugada) justifica claramente la anulación.

Superado el tema James y Yepes, hay mucho más que ver en la selección Colombia. El mundial de Cuadrado fue simplemente asombroso, diría que tanto o más que el de Rodríguez. En fútbol, y especialmente en fútbol moderno, ser generador de jugadas de gol no es fácil. Muchos de los goles provienen de jugadas individuales, tiros libres y cobros de penalti, que no se generan desde asistencias y no suman en esa estadística. Así que tener cuatro asistencias en un mundial donde el máximo goleador tuvo seis goles, donde esas cuatro asistencias significan haber dado el pase para la tercera parte de los goles de un equipo que llegó a cuartos de final, donde además de todo el jugador también tiene goles anotados, es espectacular. Brillantes los pocos minutos de Quintero también, James y Cuadrado ya son jugadores más que conocidos y dejaron de ser promesas mucho antes del mundial. El mundial fue la oportunidad de Quintero, adelante Quintero. Hablo de Yepes ahora porque con el supuesto gol la gente olvidó lo que realmente fue Yepes en este mundial, un líder en todo el sentido de la palabra, un jugador de experiencia que supo reemplazar las desventajas de su edad en términos físicos con las ventajas en términos intelectuales. Ospina, Armero, Zapata, todos destacados.

Pero también hay puntos negativos y esos también es importante y ante todo honesto mencionarlos. El mundial de Teófilo fue simplemente basura. Jackson Martínez tuvo un buen partido contra Japón, fue un defensa más contra los balones aéreos de Uruguay, pero el resto de su desempeño fue apenas mediocre. Guarín y Aguilar cumplieron en su posición, pero no aportaron nada más que ese apretado cumplimiento. Alexander Mejía fue un hueco cuando estuvo en cancha. Eso en lo individual. En lo colectivo, Colombia ganó sus partidos de primera ronda contra equipos que en el papel sonaban mucho más interesantes que en el campo de juego, un Grecia inoperante que llegó a octavos porque Costa de Marfil fue un elefante al que le quitaron todo el marfil antes de llegar al campeonato y dejaron solamente el cuerpo inerte en descomposición, más un Japón que mostró claramente que la ahora famosa J-League sigue siendo una liga casi amateur que además ha perdido mucha de su capacidad para atraer jugadores en decadencia. Buen partido contra Uruguay, no se niega, un equipo conocido de las eliminatorias y sin variantes, que llegó al mundial esperanzado en el estelar Luis Suárez y pagó caro el bajo nivel de Cavani en el PSG, donde se ha dedicado más a pelear por la posición con Ibrahimovic que a mostrar que se la merece. Buen partido el de Colombia contra Uruguay en todo caso. Un primer tiempo desastroso contra Brasil, lleno de miedos que se acrecentaron con el gol de Thiago Silva pasados apenas 7 minutos. Lo del árbitro amañando el partido es ridículo, el partido fue pesado de lado y lado. Ningún colombiano que culpa al árbitro se atreve a recordar que Teófilo, cerca al final del primer tiempo, pegó una patada de atrás y sin balón en lo que según las normas sería una tarjeta roja con doble argumento para mostrarla, pero que se quedó en nada, ni una amarilla.

Costa Rica: Posiblemente el equipo que más mostró lo importante que puede ser la guía de un técnico. Pinto fue clarísimo en su estrategia defensiva desde el primer partido y sus jugadores la ejecutaron a la perfección. Fueras de lugar cayeron uno tras otro sobre los rivales de Costa Rica, a tal punto que sus intentos al ataque quedaron anulados por completo. En cinco partidos Costa Rica salió invicto, solamente recibió dos goles y Keylor Navas, su arquero titular, recibió solamente dos goles (uno de Uruguay y uno de Grecia) y fue el único candidato a guante de oro que no llegó a la final. Lástima la falta de poder atacante, Campbell y Ruiz no terminaron de encajar en el sueño tico, sin ataque no hay arquero que aguante.

Holanda: Se les quemó toda la pólvora haciendo un promedio de tres goles en los cuatro primeros partidos. Superaron el 0-0 contra Costa Rica por la entrada de Tim Krul para tapar en la tanda definitoria, pagaron la segunda llegada 0-0 al final de los 120 minutos cuando se enfrentaron a Romero tapando para Argentina. Al final encontraron un nuevo cargamento de pólvora y volvieron a su promedio de tres goles por partido, le anotaron tres a Brasil en el penúltimo partido del campeonato y terminaron de hundir a los locales en depresión. Fantástico Robben, un escalón por encima del resto. Sneijder y Blind hicieron un excelente mundial también, algo por encima de Van Persie y los demás. Para destacar, el manejo de Van Gaal a la banca. Jugaron los 23 seleccionados y las entradas en los partidos de Huntelaar o Depay hicieron en ocasiones la gran diferencia.

Bélgica: Un mundial exitoso pero con poco brillo. Anuncio desde ya sin embargo que Bélgica será en 2018 uno de los equipos a vencer, toda su generación estelar estará en su mejor momento físico y futbolístico en cuatro años, así que si logran reemplazar a Van Buyten y que el grupo se entienda mejor, respeto es lo mínimo que van a generar en Rusia.

Alemania: Nos rendimos a los pies del nuevo campeón. La magistral actuación de Neuer durante todo el campeonato, el retorno de Khedira de una lesión gravísima apenas unos pocos partidos con el Real antes de ser titular indiscutido de su selección durante el mundial, el liderazgo de Lahm para sostener al equipo en los momentos cruciales contra Ghana y Argelia, el partidazo contra Brasil. Todo eso y más, combinación para que Alemania sea el merecedor claro del título, que reclamó con autoridad.

Quiero sin embargo destacar en Alemania tres individualidades de las que no creo que se haya dicho todo lo que se debe decir. Miroslav Klose se convirtió en el máximo goleador de la historia de los mundiales arrebatándole el récord en Brasil al brasilero Ronaldo. Pero Klose significa mucho más que eso, para el fútbol y para Alemania. Para el fútbol Klose es la figura de la constancia, a sus 36 años llegó a Brasil como el único delantero absoluto de la selección alemana, donde otros tomaron responsabilidades de ataque pero ninguno diferente a Klose fue cazador de área. Para su selección Klose fue en este mundial un líder moral, de esos que sin tener la cinta de capitán hacen que sus compañeros dejen todo en el campo con solamente dar una palabra de ánimo. Schürrle, el grandioso Schürrle, el anotador de los dos últimos goles contra Brasil, tuvo un mundial espectacular llegando desde la banca cuando su equipo lo necesitó. Para coronar la deslumbrante actuación de Schürrle, fue él el autor del centro perfecto para la posición y estatura de Götze en el partido contra Argentina, ese centro que llevó al gol que definió el título. Y Kroos, incansable jugador de ida y vuelta, compañero de marca de Schwiensteiger y Khedira, apoyo en el ataque para Özil, Klose y Müller. Tal vez, junto con Robben, la peor víctima de la irresponsabilidad de la FIFA al designar a Messi como el ganador del balón de oro.

Los demás: No me olvido de la Francia de Pogba y Benzema, de Chile con Alexis Sánchez y Arturo Vidal, del ascenso de México viniendo de una eliminatoria miserable superada en gran parte por los guantes de Ochoa, de USA dándole guerra a Bélgica hasta el último minuto de los 120 en octavos de final, de eso y muchas cosas más. Muchas de esas cosas quedarán en la memoria de los verdaderos aficionados del fútbol por años y de los aficionados de las modas por unos pocos días más. Pero lo cierto es que, al menos por un mes, 736 humanos y algunos más tuvieron que soportar el amor (y también el odio) de una forma sobrehumana.

 
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